Fui con mi sobrina de 3 años a ver un espectáculo de
barrio, mezcla un poco de circo junto a dos protagonistas de moda, adorados por los niños.
Nos sentamos en sillas de plástico, un poco
incomodas, el telón rudimentario de fondo daba marco a lo que parecía una función
menor. Después de varios minutos, todos sentados en sus lugares, se escucho la
voz del locutor anunciando el inicio del
show; apareció un payaso parodiando a un
borracho que se tropezaba a cada paso, sinceramente no era muy gracioso pero
ver la cara y carcajada de los niños era increíble, cada caída era una risotada,
se veían re felices como si estuvieran viendo el mejor show de Las Vegas.
Luego, en el segundo acto asomaron detrás del salón los ídolos del momento, guau, adore ver esas caritas de asombro que miraban con un poco de temor a sus muñecos favoritos, seguramente por el tamaño jajaja. Ellos bailaban y saltaban alrededor, los abrazaban y observaban hasta el más mínimo detalle, pero no con ojos de verificación sino con la fascinación de ver aquellos personajes que veía en la tele.
De mas esta decir que para mi sobrina fue una tarde increíble y divertida, aunque lo interesante para mi no fue el espectáculo en si, sino lo que genero en los chicos, y lo simple y puro que son, se divertían sin tener en cuenta la ropa del payaso o lo incomodo de los asientos, veían todo con los ojos libres de prejuicios y abiertos para disfrutar.
Cuando perdimos la inocencia? que día fue el que
dejamos de ver con los ojos de niños?... no lo sé, pero hoy me sentía una nena,
que me reía del payaso tonton y deleitaba ver feliz a los chicos.
Ojala podamos despertar al niño dormido que todos
fuimos algún día, para gozar de la cosas simples de la vida sin esperar algo
mejor o buscándole defectos.
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