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Si la envidia fuera tiña, cuántos tiñosos habría….



Según el diccionario: La envidia es un sentimiento de deseo de algo que no se posee. También expresa una tristeza o pesar del bien ajeno.


El envidioso, es quien desea lo que el otro tiene, el tema es que hacemos con eso?..... Algunos que con su mejor cara de póker se “alegra” de tu nuevo auto , que no solo que es último modelo sino una ganga que conseguiste gracias a una promoción genial. Para ser gráficos: cara feliz  por fuera  pero bronca teñida real.

Otros,  incluso  aparentan estar contentos por tu nuevo novio, y a los 10 minutos, como quien no quiere, tiran un comentario: bueno, escoba nueva barre bien.

Como no todo es negro o blanco, existe la envidia sana…  no se si es sana, porque viene seguido de la palabra sana y sus derivados … que hermoso vestido, te queda fenómeno, te envidio pero “sanamente”. Sanamente…. Mmmm creo que lo sano oculta lo enfermo.

Ahora bien, hoy voy a reivindicar a la envidia, pero no la mala, ni la falsa sana, sino la que nos sacude. Esa que genera un despertar, un por que yo no? Y nos invita a intentar, a probar si nosotros también podemos tener, no lo que tiene el otro, sino pensar que estoy haciendo para conseguir lo que me falta o lo que deseo?

Hace unos días me cruce con un vecino en el ascensor, estaba re feliz porque el sábado iba a cantar en la fiesta de fin de año del taller de canto. En un primer momento, sentí envidia porque estaba haciendo lo que le gustaba, luego reflexione, me gusta cantar?... no, pero me encantaría… actuar.

El jueves empiezo las clases de teatro, quizás estoy teñida de envidia, pero con otro color.

Aguante la envidia que te sacude!



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